Hay geocachers que buscamos siempre algo más. Cuando hacemos geocaching no sólo intentamos pasárnoslo bien, sino que también buscamos algo, perseguimos una idea, una historia, un pueblo, un enclave que georeferenciar. Todo geocaching debe tener una intención. Todo geocaching debe ser una búsqueda. Todo geocaching nace de una pregunta sin respuesta.
No se trata de hacer geocaching con nuestra mochila y el GPS, o de hablar con una gente o con otra; se trata de una actitud, de una forma de ver las cosas, de una forma distinta de ver el geocaching.
El geocacher es aquel que no tiene billete de vuelta, que se impregna del waypoint que visita, que habla con los lugareños, que viaja con "los brazos abiertos y el corazón a la escucha", como diría Nesemu.
Los geocaches hay que vivirlos por partida triple, en tres estados. Primero, antes de hacer geocaching, empapándonos con la información que nos proporciona el propietario del cache, en la ficha del "tesoro", buscando las huellas de su historia; segundo, durante "la busqueda", siendo un observador agudo, cambiando los planes sobre la marcha, dejandote llevar; tercero, a la vuelta de hacer geocaching, compartiendo los saberes y experiencias que "la busqueda" te ha reportado, esto no solo es a través del logeo del cache, sino plantearse la posibilidad de poner un Nuevo Cache en la zona como agradecimiento de la experiencia de busqueda.
Siempre hay un momento, un por qué y un como en cada experiencia geocaching. Como decía algún escritor cuyo nombre no recuerdo, "viajo solo para no sufrir la soledad", quiza esto se pueda aplicar al geocaching.
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